La Eucaristía resume todas las maravillas
que Dios realizó por nuestra salvación
El pasado 25 de junio concluyó en Roma el XLVII Congreso Eucarístico Internacional, el "corazón" del gran Jubileo del año 2000, como ha dicho Juan Pablo II. Han sido siete días en los que toda la Iglesia se ha unido en torno a Roma para recordar que "su vida y misión no tiene sentido sin la Eucaristía" y para adorar día y noche al Santísimo Sacramento. La plaza de San Pedro se vistió de fiesta para la solemne Misa de clausura, tapizado el atrio por una alfombra de flores, auténtica obra de arte realizada por floristas de Genzano. "Desde esta plaza –dijo el Papa– queremos repetir a los hombres y a las mujeres del tercer milenio el anuncio extraordinario: el Hijo de Dios se ha hecho hombre por nosotros y se ha ofrecido en sacrificio por nuestra salvación. Él nos da su cuerpo y sangre como alimento de nueva vida, de una vida divina que no está sometida a la muerte".
Todos hemos de sentirnos conmovidos por la invitación del Papa a recibir "de nuevo con emoción de las manos de Cristo este don para que, a través nuestro llegue a toda familia y a toda ciudad, en los lugares del dolor y en los laboratorios de la esperanza de nuestro tiempo. La Eucaristía es un don infinito de amor". Con fuerza deseó el Papa que "la Eucaristía dé paciencia en la prueba a los enfermos; fidelidad en el amor a los esposos; perseverancia a los consagrados; fortaleza y generosidad a los niños". A los jóvenes les pidió que se preparen para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en agosto en la Ciudad Eterna.
Como colofón de este Congreso que "ha hecho de Roma la ciudad de la Eucaristía", el Papa puso sus frutos en manos de María y le confió "ya desde ahora, el próximo Congreso Eucarístico Internacional, que, si Dios quiere, se celebrará en el 2004, en Guadalajara, en México", noticia que acogieron los peregrinos mexicanos con sonoro entusiasmo.