por Rafael María Stern
Las largas horas y días de hospital le permiten a uno muchas horas de oración y de pensar. Quiero compartir con los lectores de Ave María algunas notas que escribí durante las noches de mi estancia en el hospital en mi última enfermedad.
Algunas noches estoy cansado y pienso mucho en mis maestros: Jeremías, Mateo, Lucas, Isaías... De todos ellos aprendo una cosa de enorme importancia: ser consciente de la fe que Dios me ha dado, de la libertad, la lealtad, la ideología de mi ser católico. No estoy solo, soy parte de todos los seres a quienes amo, sacerdotes, religiosas, católicos con los que formo Iglesia. En el gran silencio de la noche pienso en ellos y siento hasta físicamente que no estoy solo: junto a mi cama está el Maestro y el Gran Amigo, Cristo.
La Iglesia es siempre joven. Es preciso hacer frente a todos los acontecimientos con disciplina. No debemos abatirnos nunca; jamás tenemos motivo para ello. La juventud busca disciplina. Me alegra el corazón saber que el sacerdote Maciel tenga 400 sacerdotes y cientos de seminaristas nuevos. Marcial Maciel es cabeza de un nuevo y joven entusiasmo religioso. Maciel es apellido hebreo, típico: Maci-el: Dios te salva. ¡Qué grande es la Iglesia ayer y hoy!
Hoy por la noche pienso en mi España. La catedral de Barcelona: dentro, en la misa, rezan los ancianos. Fuera, los jóvenes bailan una hermosa sardana en la plaza. La catedral de Burgos, ¡qué maravilla! Y mi paisano, el Apóstol Santiago, en Compostela, algo formidable. Y el santuario del Pilar en Zaragoza. Hace 20 años guardo una Pilarica, regalo que recibí de la familia de Pedro Pardo. Todos estos santuarios, dentro y fuera, son obras de arte mundial. Pienso mucho en estos santuarios y los amo. Recomendaría llevar a los alumnos de los colegios a estos santuarios. Darles clase de fe viva allí mismo. Allí mismo inculcar a los niños y a los jóvenes el amor a Cristo, a María y a la Iglesia. Que los niños y jóvenes sepan que es su casa. Todos los santuarios son nuestra casa. Nuestra fe respalda cada paso que damos. Los jóvenes y los niños tendrían paz y armonía desde el principio de su fe, y su fe quedaría firme para siempre. Las catedrales, los santuarios mejorarán la inteligencia de los niños. Allí comprenderán que todo esto les pertenece y podrán decir: "Esto es mío". Y se llenarán de valor.
Cambio de tema para responder a las preguntas que algunos me hacen. ¿Por qué mis sobrinas recibieron los nombres de María Dolores y Presentación en su bautismo? Es que la religión, la fe es una cosa seria. Puede ser amor u odio. Falleció mi hermana, la abuela de María Dolores y de Presentación. Por mi parte quería ir al entierro y llamé preguntando la hora y el lugar. Me colgaron el teléfono. Las dos chicas, las nietas, fueron y, de lejos, nos mirábamos. Yo quedé fuera del cementerio, mirando desde lejos. Hacía 36 años que no nos hablábamos. Era el verano de 1962 cuando comuniqué a mi familia que había encontrado a Cristo y que era católico. Recuerdo muy vivamente cuando me enseñó, sin más, la puerta de la calle. Desde entonces me han sucedido muchas cosas que no quiero comentar por ser muy dolorosas. ¿Hay posibilidad de escribir la teología del amor y del odio?
Pues bien, María Dolores es para mí un nombre muy importante. Recordando que tantas y tantas veces recorrí todos los lugares de la Virgen, aun antes de su nacimiento, los lugares donde nacieron sus padres, Ana y Joaquín. Así logré comprender el terrible dolor de la Madre quien un Viernes Santo acompañó a su Hijo hacia la ejecución más humillante. Los que comprendemos esto sabemos que María es nuestra Madre también. Así mi sobrina recibió el nombre de Dolores.
Conocí en Burgos a la madre abadesa del monasterio de las Huelgas. Se llamaba Presentación. Se despertó entre nosotros una simpatía mutua, un gran afecto cristiano, y tuvimos dos largas conversaciones sobre los temas de nuestra fe. Cuando se acercó el día de la Presentación llamé por teléfono para felicitarla. Al otro lado de la línea, una hermana me dijo entristecida que había fallecido hacía muy poco. En el día de la Presentación la joven Moriah recibió el nombre de Presentación en memoria de la madre abadesa de las Huelgas.
Semanas atrás falleció mi querido amigo el P. Osvaldo Rufeisen, carmelita descalzo, comúnmente llamado P. Daniel. Multitud de supervivientes del holocausto asistieron al sepelio. Tenían con él una gran deuda. Cuando la ocupación de Polonia por los alemanes logró escapar junto con su hermano, que hoy sigue miembro de un kibbutz. Osvaldo, varias veces capturado por la Gestapo, logró huir y hasta robar armas para los judíos escondidos en los bosques. En una ocasión logró huir y esconderse en un convento de carmelitas. Alí estuvo durante años, estudiando, y al fin fue ordenado sacerdote carmelita. A los ojos de Israel eso era un terrible crimen, pues se convirtió en la época de persecución de los judíos. Osvaldo arriesgó su vida para abastecer a luchadores judíos y no se le quería reconocer como judío por tal crimen. El P. Daniel no renunció nunca a ser judío. En 1959 llegó a Israel y aquí encontró la realidad sangrante de que ser católico y judío no es fácil. El P. Daniel amaba a Jesús, vivía la vida de Jesús, amaba a Jesús pobre y descalzo y rechazaba la vida ostentosa de cristianos que no se parecen en nada a Cristo en ese punto. ¡Cómo recuerdo las discusiones y largas conversaciones que teníamos uno y otro, los dos judeo-católicos! En el cielo seguiremos hablando...
Desde Jerusalén oro por todos vosotros y pido vuestras oraciones.
Hace unas semanas ha sido internado en una clínica Rafael María Stern. Parece que tendrá que ser operado, pues se le ha reproducido un viejo tumor. Se encomienda a vuestras oraciones y pide que le recordemos ante el Señor.N. B.