Mayo de 2000

CARTA A LOS LECTORES

JESUCRISTO SALE AL MUNDO POR MEDIO DE SU VICARIO

 

por el P. José Mª Alba Cereceda S.J.


Conmueve hasta la emoción ver a nuestro Padre común, arrastrándose casi por países y continentes, despreciando la flaqueza de sus años, en búsqueda de la oveja perdida, que es todo el mundo. Estamos viviendo los últimos tiempos. Últimos en el sentido de que en ellos se culmina el juicio de las naciones y el castigo de las naciones apóstatas de la fe cristiana y que en su apostasía han corrompido a los demás pueblos de mundo. El materialismo occidental, el comunismo oriental, el liberalismo y el comunismo que han invadido todos los pueblos, han nacido del alma apóstata de las naciones en otro tiempo cristianas.

Sin embargo, el Papa no ceja de viajar por todos los continentes con el grito de "¡abrid las puertas al Redentor!". Tuvo un recibimiento desairado la India. No importa. Tuvo un recibimiento desairado en Georgia. No importa. Tuvo un frío e indiferente recibimiento entre los ortodoxos del Sinaí. No importa. Tuvo el desprecio de los imanes musulmanes en Jerusalén y de los fanáticos rabinos en Israel... El Papa no ceja. Sigue firmemente su llamada de lo alto para cumplir en su carne los azotes, los improperios, las llagas de Jesucristo crucificado, pues sabe muy bien que no se dará la unidad en la fe cristiana sino después de pasar por la cruz de la tribulación y de la incomprensión.

Ahora, el 13 de mayo, va a realizar un nuevo e inaudito esfuerzo en Fátima. Es la beatificación de los dos hermanos que vieron a María y nos transmitieron su mensaje: Francisco y Jacinta. Toda la Iglesia, todos nosotros debemos estar con el Papa en esa efemérides única. María, en un 13 de mayo, salvó la vida del Papa. El Papa pide a la Virgen en Fátima, en la beatificación de los dos videntes, que salve al mundo. En Fátima está puesta la salvación del mundo, si el mundo vuelve los ojos a María para librarse de la corrupción universal. Por eso el Papa va a Fátima como punto álgido del Año Jubilar. Después dejará los acontecimientos en las manos de Dios.

Tiempos admirables, sobrecogedores, misteriosos. En realidad es el mismo Jesucristo que por su Vicario en la tierra sale al mundo para buscar a la oveja perdida, para llamar por su nombre al hijo pródigo que es cada una de las naciones. Es el esfuerzo final de la misericordia divina, que llama a todos los hombres antes de que llegue la purificación que el mundo necesita, este pobre mundo víctima de sus propios crímenes. En ese marco debemos entender la petición de perdón del Papa por los pecados pasados, por aquellos hechos históricos que no pueden entenderse fuera de la fe cristiana. Pero el Papa quiere por los medios que sean acercarse a todos los hombres para que ellos, en justa correspondencia, se aproximen en su día a Cristo. Gran día para el mundo el 13 de mayo. ¿Entenderá el mundo esa lección de hacerse niño como se hace niño el corazón de nuestro Pontífice? Dios lo quiera, pues es bien temeroso el porvenir para esta generación si desprecia estas últimas gracias del Jubileo, si desprecia la gracia insigne de María de Fátima.


Revista 653