Agosto-Septiembre de 2000

DESDE JERUSALÉN

por Rafael María Stern

Los samaritanos

Queridos amigos de AVE MARÍA: Tengo que agradecer vuestras oraciones. Los médicos me han permitido hacer como un paréntesis en mi tratamiento, y que por ahora esté en mi casa de Arad.

De algunas cartas vuestras tengo preguntas que os iré contestando. ¿Quiénes son los samaritanos?, me preguntáis. Creo que no hay ningún libro en español sobre los samaritanos. Es el pueblo más pequeño que existe bajo la luz del sol. Apenas superan el número de 500 en Tierra Santa. Como fueron expulsados del judaísmo por Esdras y Nehemías no reconocen desde entonces el Templo de Jerusalén y edificaron su santuario en el monte Garizín. Hoy, gracias a los Evangelios, se conoce universalmente su existencia, que de otra manera hubiera pasado desconocida.

Algunos creyeron que san Justino, el gran Padre apologista católico, había sido samaritano. Pero no fue así, ya que se trataba de un judío convertido de las primeras comunidades cristianas judías de la tierra de Israel. En los siglos V y VI, bajo los bizantinos, eran más de 300.000. El bajón dramático hasta la actualidad de unos pocos centenares se debe por una parte a la matanza de más de 50.000 en la rebelión del año 529 contra Justiniano y, posteriormente, a la progresiva y opresora islamización.

Sus costumbres se mantienen judías. Conservan, por ejemplo, el rito de la Purificación por medio de las cenizas de una vaca roja. Este rito lo ha abandonado el judaísmo con la destrucción del Templo, hace 2.000 años. Lo que sí es admirable es que muchos o pocos hayan permanecido unidos como pueblo a través de generaciones, cuando tantos pueblos de la antigüedad no nos han dejado más que la memoria de haber existido.

En el año 1166, el famoso judío español Benjamín de Tudela, que era un incansable viajero, escribe que en Damasco encontró más de 500 familias samaritanas. En el siglo pasado, pastores protestantes anglosajones intentaron convertirlos, pero fracasaron por completo. Sin embargo, en aquellos intentos desaparecieron más de 2.000 documentos samaritanos que hoy nos serían de extraordinaria utilidad para conocer su vida y su historia. Esto nos demuestra cómo han mantenido su identidad como pueblo, cerrados a todo lo exterior. Hasta fines del s. XVII, el mundo no conoció el Pentateuco Samaritano, de tantísima importancia histórica y arqueológica.

Cuando yo estudiaba orientalismo en la Universidad, tuve de maestro a un gran arqueólogo, el profesor H. Kaplan. Pues bien, él descubrió en las excavaciones de Masada una pieza de barro cocido con inscripciones samaritanas. Así mismo, en las cercanías de Tel Aviv halló otros objetos con inscripciones samaritanas que se referían a Jesús de Nazaret. Precisamente el lugar del hallazgo fue en las ruinas de una sinagoga samaritana-cristiana. Todo ello nos hace pensar que aunque en la actualidad sean tan pocos en número, en tiempos pasados fue muy grande su extensión; que la separación entre judíos, cristianos y samaritanos no era tan radical como llegó a serlo después, y que en las comunidades cristianas estaban mezclados santamente. Dios quiera que el recto ecumenismo restaure la antigua armonía, paso previo a la conversión.


Revista 656