Agosto-Septiembre 1999
EN DEFENSA DE PÍO XII
por Rafael María Stern
Este artículo que nos remite don Rafael María
Stern, desde Israel, es un resumen del libro que, en defensa de Pío
XII, ha escrito en hebreo, y cuya traducción al castellano está
bastante avanzada. Damos muchas gracias a Rafael María Stern porque,
por su medio, una vez más tiene ocasión nuestra revista de
vindicar la figura del santo Pontífice y de la santa Iglesia.
A.M.
NO OBTUVE RESPUESTA
En la última etapa del Concilio Vaticano II, surgió
la idea en algunos padres conciliares, de beatificar al Papa Juan XXIII,
que fue el que convocó el Concilio ecuménico. En su vida
le llamaban ya el buen Papa Juan. Había un acuerdo general en el
punto de la beatificación del Papa Juan. No obstante, otros muchos
padres conciliares advirtieron que el Papa anterior, Pío XII, que
gobernó la Iglesia en la época tal vez más difícil
de la historia moderna, en el período de la segunda guerra mundial,
merecía también una atención muy especial. Porque
nadie ponía en duda lo eximio de su santidad. Así decidió
el Papa Pablo VI que para ambos pontífices se iniciara el proceso
de beatificación.
Comenzó entonces una guerra, primero disimulada y después
descarada , contra Pío XII. En todos los teatros de Europa se puso
en escena una obra teatral de un autor alemán desconocido hasta
entonces, bajo el título de “El Vicario”. La obra estaba escrita
contra el Vicario de Cristo, contra Pío XII. Con esta obra teatral,
se inicia la leyenda negra que envuelve al Papa hasta el día de
hoy. El único país donde no se puso en escena la obra, para
no ofender los sentimientos de los ciudadanos católicos, fue Israel.
Con todo, el autor llegó a Jerusalén para retocar su obra
a fin de que se pusiera en escena. Su nombre es Rolf Hochhuth. Se dirigió
a la prensa de Jerusalén, que dedicó páginas enteras
a sus declaraciones. Yo conseguí enterarme del hotel donde se hospedaba
y nos pusimos de acuerdo para una entrevista.
A mi pregunta de cuál era su religión, me contestó
sencillamente: luterano. En aquel momento comprendí todo lo que
significaba Hochhuth, porque la Iglesia luterana sirvió a Hitler
y a los nazis, mientras que los católicos dirigidos por el cardenal
Faulhaber y por el famosísimo obispo de Münster, monseñor
Von Galen, se opusieron a Hitler y soportaron la persecución nacionalsocialista.
Hablé así a Hochjut: “Usted, con su obra teatral, lo que
desea es desviar la atención del pasado de su Iglesia, y trata de
distorsionar la figura del Papa Pío XII, echar fango sobre él
y desprestigiar a la Iglesia católica”. No obtuve respuesta.
PARADOJAS
La beatificación, de hecho, fue suspendida incomprensiblemente.
¿Tal vez impresionó al Vaticano y al Colegio cardenalicio
el influjo de esa falsa obra teatral? Esto sucedió en 1964. Y, sin
embargo, estamos en 1999...
Esta obra teatral fue escrita en 1963. Desde entonces, el Papa
Pío XII es objeto de polémicas apasionadas por distintos
pretextos. Elegido Papa, en 1939, había sido Nuncio en Alemania
en 1917. Era un diplomático extraordinario. Fue testigo de la virulenta
campaña contra las escuelas católicas y las demás
instituciones de la Iglesia. Intervino él inmediatamente y exigió
que se cumpliera el derecho de Dios y de la Iglesia. Durante años
expresó su inquietud por la política del Reich. No podemos
olvidar que, desde el principio de su pontificado, se desató la
terrible guerra mundial en Europa. Su primer esfuerzo fue para evitar la
represión de los nazis contra los fieles católicos. Publicó
la encíclica Summi pontificatus, en la cual protestaba por la guerra
y la invasión de Polonia. Y expresó su dolor y afán
de estar presente con todos los afligidos, oprimidos y perseguidos.
El jefe del Servicio de Seguridad del Reich despreció
la encíclica , comentando que estaba dirigida contra Alemania y
que era un ataque a la política del III Reich. Se impidió
que fuera leída en muchas iglesias de Alemania. El Papa fue el hombre
fuerte frente a Hitler. Con su intervención diplomática anuló
7.000 procesos judiciales incoados contra sacerdotes católicos.
En mayo de 1940 Alemania invadió Bélgica, Holanda
y Luxemburgo. Pío XII exigió el respeto debido a esos países.
Las protestas del Papa se publicaron textualmente en L’Osservatore Romano.
Después llegó la invasión de Francia. El cardenal
Tisserant escribió: “No debemos hacernos ilusiones, Hitler desea
destruirnos como católicos. En vez de morir en los campos de batalla
tendremos que morir a fuego lento y ser esclavos de los vencedores”. Cientos
de sacerdotes franceses fueron deportados.
SÓLO EL PAPA PROTESTÓ EN LA FEROZ PERSECUCIÓN
En el otoño de 1940 empezó la gran persecución
del clero católico en Polonia. Fue el momento glorioso del religioso
Raymundo, que tomó en la vida franciscana el nombre de Maximiliano
María Kolbe. En 1941 la Santa Sede tiene conocimiento de que 700
sacerdotes católicos han sido ejecutados en los campos de concentración.
Y que más de 3.000 se encuentran allí aún vivos. En
esa misma fecha, el Vaticano protestó, no solamente por los sacerdotes
católicos, sino por la ejecución en Alemania de los incapaces,
sordomudos y heridos de guerra. En Alemania no existían heridos
irrecuperables. Quien únicamente protestó fue Su Santidad.
Por estas fechas el Papa Pío XII inició sus contactos
con el gobierno norteamericano, con su afán de posibilitar a través
de él la paz. La maniobra se llevó en el mayor secreto, a
través del cardenal Spelman de Nueva York. Eran momentos dificílisimos
para el Vaticano, que se hallaba en la ruina más completa, sin poder
ayudar a tantas necesidades como reclamaban su atención. Holanda,
Bélgica, Francia, Austria, no podían ayudar al Papa. Estaban
ocupadas por las fuerzas nazis. España estaba en ruinas, pues había
salido hacía muy poco de una terrible guerra civil. La única
posibilidad del Vaticano era la amistad de los Estados Unidos. No para
enfrentarse con Alemania, sino para poder sobrevivir en su obra bienhechora.
En ningún momento se inclinó por ningún bando en plena
guerra. Él abrazaba a todos los pueblos como Pastor universal. Esta
situación demostró una vez más la grandeza humana
y diplomática de Pío XII.
Este era el tiempo de la persecución de los judíos
en Alemania y países ocupados por los nazis.
Cuando el vicario de la catedral de Santa Eduvigis, de Berlín,
levantó su voz de protesta por los atropellos contra los judíos
fue llevado al campo de concentración de Dachau, donde murió.
Un miembro de la Gestapo, entre sorprendido y rencoroso, dijo ante testigos:
“Este cura terco rezó al morir por los judíos”. Lo mismo
ocurrió en Francia, donde el P. Dillard murió en Auschwitz
por defender a los judíos.
Pero es que en la misma Alemania la persecución contra
la Iglesia católica fue feroz: supresión de las escuelas
católicas, orden de quitar los crucifijos de los lugares públicos,
ostracismo de muchos miembros del episcopado, limitación en el número
de seminaristas y sacerdotes, disolución de congregaciones religiosas
e instituciones de caridad, bienes de la Iglesia confiscados... ¿Qué
podía hacer el Papa Pío XII de más por los judíos,
cuando ni la misma Iglesia podía ofrecer un dique firme a la opresión
de Hitler?
GENEROSIDAD MÁXIMA, HEROÍSMO E INGENIO
Con la ocupación de Roma por el ejército alemán se
agravó aún más la situación del Papa. Se confiscaron
los coches del Vaticano, se dificultaron las comunicaciones telegráficas
con los mismos obispos italianos... Brilló entonces más aún
el heroísmo del Papa. Además de los 8.000 judíos que
vivían en Roma, se añadieron los miles que huían de
toda Italia para refugiarse bajo el amparo del Papa.
Pues bien, el Papa ordenó a todas las parroquias, conventos,
monasterios, que recibieran a todos los judíos que se presentaran.
Dispensó de la clausura a todas las casas religiosas. Solamente
en Castelgandolfo albergó a 3.000. Refugio seguro fueron la Universidad
Gregoriana y el Pontificio Instituto Bíblico de los PP. Jesuitas,
las Hermanas de Sión, las Hermanas de la Caridad con sus asilos
y ¡hasta en las Catacumbas, propiedades de la Iglesia, tuvieron asilo
familias judías enteras! En Asís los Franciscanos convirtieron
sus monasterios, y el Seminario y la misma Catedral por obra del obispo
Nicolino en una población judía libre, bajo la ocupación
nazi. La ingeniosa ocurrencia de unas monjas de clausura impidió
el registro de las fuerzas alemanas en su convento. Pusieron en la puerta
un gran letrero: “Enfermedades infecciosas”. Salvaron así centenares
de judíos escondidos.
En toda Europa ocupada, la cifra de sacerdotes y religiosos torturados
y asesinados rebasa el número de 6.000. Según fuentes católicas,
los judíos salvados por Pío XII son alrededor de 70.000.
Sin embargo, las mismas fuentes israelíes nos hablan de más
de 200.000 judíos salvados por los católicos de una muerte
cierta.
DETALLES CONMOVEDORES
Sin amilanarse el Papa, cuando conoció el plan de Hitler de capturarlo,
respondió exhortando a todas las nunciaturas que se volcaran en
ayuda de los judíos. Solamente citaré tres casos muy representativos.
Monseñor Angelo Rotta, nuncio en Budapest, expidió miles
de salvoconductos o pasaportes del Vaticano. Los alemanes no se atrevieron
a impedirlo temerosos de la reacción de todo el mundo católico.
En una ocasión, monseñor Angelo Rotta tuvo un gesto heroico.
Se interpuso e impidió la salida de un largo tren de veinte vagones,
vagones de carga, con ventanas selladas, puertas cerradas con cadenas,
sin agua, sin alimentos. Vagones para 80 detenidos, apretados sin lugar
ni para sentarse, ni para las mínimas necesidades. Yo mismo viajé
con mi familia en esas condiciones, hacia el campo de concentración.
¡Cuántos murieron en el camino, sin el menor auxilio! Pese
a todos los impedimentos, monseñor Angelo Rotta, detenido el tren,
bajó de él a cientos de personas y allí mismo les
entregó el pasaporte del Vaticano.
Cuando terminada la guerra, liberado del campo de concentración
de Auschwitz, abandoné para siempre mi ciudad natal para trasladarme
a Israel, a mi paso por Bucarest, tuve ocasión de hablar con el
Gran Rabino de Rumanía, profesor Safrán, muy amigo de mi
padre. Él me contó del heroísmo del nuncio monseñor
Andrea Cassulo, que salvó en la Nunciatura y con sus gestiones a
innumerables judíos rumanos.
En Jerusalén, en los “Archivos sionistas”, he encontrado
abundante documentación que demuestra cómo el nuncio en Turquía,
monseñor Roncalli, luego Juan XXIII, viajó muchas veces a
la entonces Checoslovaquia y a Centroeuropa, consiguiendo librar de muerte
segura a miles de judíos. Hoy en Israel tenemos un bosquecillo plantado
por escolares de primaria con el nombre de “Bosque Juan XXIII”.
De mi trabajo de investigación citaré además
dos casos simpáticos y, a la par, conmovedores. Una furgoneta
salía cada día del Vaticano para repartir alimentos a los
conventos y comunidades donde había judíos escondidos. La
conductora era una monja: sor Pascualina Lehnert, la suiza-alemana, durante
cuarenta años secretaria particular de Pío XII. La furgoneta
sólo podía moverse dentro de la ciudad. Pero Pío XII
consiguió un camión para poder repartir alimentos fuera de
la ciudad. El chófer de ese camión era monseñor Montini,
futuro Pablo VI.
OBRAS SON AMORES
Terminada la guerra, se convirtió a la fe católica
el gran rabino de Roma, Zolli. Quiso tomar el nombre de Eugenio, como el
Papa, pues bien sabía lo que había hecho Pío XII por
los judíos, en el peor desastre de la historia de Israel.
Con la muerte de Pío XII todo Israel se conmovió.
Había perdido un gran amigo. Eistein dijo: “Sólo la Iglesia
ha protestado por la agresión hitleriana... ; ahora siento gran
admiración por ella”.
Por su parte Golda Meir manifestó: “Compartimos el dolor
de la Humanidad. Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro
pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de las víctimas...
Lloramos su muerte...”
Se calumnia a Pío XII porque se dice que no habló
en favor de los judíos. Es falso. El teólogo judío
Pinjas Lápide, que ha investigado a fondo a Pío XII, afirma
que de 44 discursos en alemán y durante su estancia como nuncio
en Alemania, en 40 atacó el nazismo, el neopaganismo, el racismo,
etc. La prensa oficial alemana atacó siempre al nuncio Pacelli diciendo
de él que “si Pío XI era medio judío, Pacelli era
judío entero”.
El Papa levantó siempre que pudo su voz. Pero siempre
en silencio realizó la obra de salvación del pueblo judío
más impresionante. No sólo palabras, son obras las pruebas
del amor.


Revista
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